
Hoy puse rojos mis ojos, las saladas aguas que llevan los ojos a veces son incontenibles y es necesario dejarlas correr, porque en su libertad esta la nuestra.
Y vi que dos pequeños ríos surcaron las laderas de una pequeña montaña, desde los oscuros marrones de sus orígenes se oían los ecos de sus melancolías.
Surcaban y hacían camino, cada uno a un lado de la montaña, y aunque los dos originaban sus cauces en la misma pena, no eran de la misma agua.
Uno llevaba en si el agua de de la tristeza, en su correr no habían peces, ni la vegetación crecía a su camino, este río es el heraldo de la muerte, que a medida avanzaba mataba peces y secaba los verdes pastos que iba encontrando, pues sus aguas son malditas, y no pueden llevar mas que muerte.
El otro río era el agua que vierte la esperanza, el que en sus aguas hay y nace vida, ese que aunque nacido de la pena su cauce llena de satisfacción, y en su recorrido daba vida a aquella vegetación marchita, la que pudo contagiarse de las aguas del otro río, y este sin ser mas caudaloso era mas efectivo.
La pendiente de ambos ríos era la misma, parecía que mas adelante en su camino ambos se juntarían en uno solo, o eso pensaba yo cuando los veía, y entonces vi que a pesar de no tener orillas y hacer camino a voluntad, no se juntaron.
Y veía que aquel río oscuro, el de la tristeza avanzaba mas fuertemente que el otro, y al llegar al final de la pendiente no encontraba final, y caía al vacío, secando sus aguas en su camino, y no había mas muerte después de el.
El otro, el de la esperanza, el que me parecía siempre verde y azul, ese llegaba hasta un semiabierto hoyo, y volvía así a estar dentro de sus orígenes, y el rastro de vida que dejaba era bueno y apacible, me sumergí en esas aguas.
Cuando estos dos ríos se secaron, y las aguas tristes ya no habían, vi como aquellos verdes marchitos y secos de vida que había dejado uno de los ríos volvía a renacer, volvía a la vida.
Entonces comprendí que el río de esperanzas que cayo en aquel hoyo hacia florecer nuevamente todo desde dentro, y la esperanza volvía a la tierra, y sumergido yo en aquellas aguas me sentí tranquilo.
Y llore de nuevo, y encause el río de muerte desde mi ojo derecho hasta el vacío que empieza en mi quijada, y encause el verde río en mi boca, y volví a sentir esperanza.
Soy feliz, y mucho, a pesar de todo...=)
Y vi que dos pequeños ríos surcaron las laderas de una pequeña montaña, desde los oscuros marrones de sus orígenes se oían los ecos de sus melancolías.
Surcaban y hacían camino, cada uno a un lado de la montaña, y aunque los dos originaban sus cauces en la misma pena, no eran de la misma agua.
Uno llevaba en si el agua de de la tristeza, en su correr no habían peces, ni la vegetación crecía a su camino, este río es el heraldo de la muerte, que a medida avanzaba mataba peces y secaba los verdes pastos que iba encontrando, pues sus aguas son malditas, y no pueden llevar mas que muerte.
El otro río era el agua que vierte la esperanza, el que en sus aguas hay y nace vida, ese que aunque nacido de la pena su cauce llena de satisfacción, y en su recorrido daba vida a aquella vegetación marchita, la que pudo contagiarse de las aguas del otro río, y este sin ser mas caudaloso era mas efectivo.
La pendiente de ambos ríos era la misma, parecía que mas adelante en su camino ambos se juntarían en uno solo, o eso pensaba yo cuando los veía, y entonces vi que a pesar de no tener orillas y hacer camino a voluntad, no se juntaron.
Y veía que aquel río oscuro, el de la tristeza avanzaba mas fuertemente que el otro, y al llegar al final de la pendiente no encontraba final, y caía al vacío, secando sus aguas en su camino, y no había mas muerte después de el.
El otro, el de la esperanza, el que me parecía siempre verde y azul, ese llegaba hasta un semiabierto hoyo, y volvía así a estar dentro de sus orígenes, y el rastro de vida que dejaba era bueno y apacible, me sumergí en esas aguas.
Cuando estos dos ríos se secaron, y las aguas tristes ya no habían, vi como aquellos verdes marchitos y secos de vida que había dejado uno de los ríos volvía a renacer, volvía a la vida.
Entonces comprendí que el río de esperanzas que cayo en aquel hoyo hacia florecer nuevamente todo desde dentro, y la esperanza volvía a la tierra, y sumergido yo en aquellas aguas me sentí tranquilo.
Y llore de nuevo, y encause el río de muerte desde mi ojo derecho hasta el vacío que empieza en mi quijada, y encause el verde río en mi boca, y volví a sentir esperanza.
Soy feliz, y mucho, a pesar de todo...=)




